Antes de venir a España tuve el típico tipo de vida “normal”. Me despertaba por la mañana, comía cada día el mismo desayuno, me ponía el uniforme y me iba a trabajar turnos de 8 h y a veces turnos dobles de 16 horas. Terminaba agotada, iba al gimnasio, cenaba y a la cama. Así día tras día…
La rutina comenzó a cansarme, sobre todo en los largos meses de invierno. Recuerdo un día de enero como cualquier otro: acababa de terminar mi rutina de la mañana y me fui en un descanso a ver un momento las últimas noticias.
Por lo general, yo no tenía mucho tiempo para prestar atención a nada, pero un artículo publicado por un amigo llamó mi atención:
“¿Por qué debes viajar mientras eres joven?”
La idea de una vida de aventura no estaba a mi alcance en ese momento, ya que antes debía deshacerme de todos los créditos, si quería tener la libertad financiera necesaria para poder dejar atrás todo.
Por esa razón, me senté y empecé a soñar despierta: me vi a mí misma recorriendo el mundo y visitando preciosos lugares y conociendo a mucha gente de otras culturas. En ese momento tomé una decisión:
“No me importa lo que cueste , voy a trabajar duro y saldré del país en verano”.
Cuando estaba pensando en lo que quería hacer, pensé en estas tres preguntas:
- ¿Por qué realmente quiero vivir en el extranjero?
- ¿Qué es lo que espero obtener de esta experiencia?
- ¿Qué podría ser beneficioso para mi futuro?
Con esas tres preguntas contestadas, tenía claro lo que quería: hablar en español, para usarlo en mi profesión.
Después de buscar un par de meses, encontré trabajo por internet, como au pair (cuidando niños). Luego solicité un visado y justo a tiempo para mis planes, estaba totalmente preparada para mudarme a España.
En estos días, tenía muchas preguntas y dudas que me venían a la cabeza sobre mi nuevo trabajo:
- “¿Y si la persona con la que estoy en contacto de España, solo me está engañando y está involucrada en el comercio sexual?”
- “¿Y si me pasa como en la película “Venganza“?
- “¿Y si no tengo suficiente dinero para vivir?”
- “¿Y si no le gusto a la familia y me quedo sin trabajo?”
- “¿Cómo puedo ir sin saber una palabra de español? ¿Cómo voy a comunicarme?”
- “¿Qué voy a hacer allí sola: sin amigos ni familia?”
- “¿Y si todo es un fracaso y un desastre total?”
Estas dudas venían a mi cabeza una y otra vez. Sin embargo, no fueron mis mayores temores.
Mi mayor miedo era dejar atrás la vida que siempre había conocido y había vivido hasta ese momento: la comodidad de mi hogar, mis amigos, mi familia y tomar la decisión de hacer lo que siempre había soñado.
Cuando llegó el momento de dar el paso, me enfrenté a todos mis miedos y di el paso, me enfoqué en mis metas y objetivos y miré hacia adelante. Me subí al avión y, a día de hoy, no he vuelto a mirar atrás.
Cada vez que demos un paso importante en la vida, tendremos dudas. Debemos valorar las posibilidades y decidir si realmente es interesante o no lo que vamos a hacer, pero no nos puede paralizar el miedo a lo desconocido y pensar que todo va a salir mal.
Salir de nuestra zona de confort no es fácil, pero tenemos que hacerlo si queremos evolucionar. |
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